lunes, 26 de octubre de 2015

EL ODIO

El odio es un sentimiento de profunda antipatía, disgusto, aversión, enemistad o repulsión hacia una persona, cosa, o fenómeno, así como el deseo de evitar, limitar o destruir a su objetivo.
La línea que separa el amor del odio es muy delgada, tanto que apenas están separadas por un paso. ¿Topicazo? Pues no se crean, parece que estamos ante dos tipos de sentimientos aparentemente contradictorios, pero se que se activan en paralelo en nuestro cerebro. El amor y el odio comparten dos reacciones cerebrales muy similares: la de protección y la de inquietud.



El odio no siempre es irracional. Es normal odiar a quien hace sufrir o amenaza la existencia. Por ejemplo: “Odio a los asesinos de mis padres”“El funcionario que robó el dinero que iba a ser destinado a la construcción de un hospital se ganó el odio del pueblo”. Lo que resulta sano es transformar esa energía negativa en una acción positiva (exigiendo justicia, en el caso de los ejemplos mencionados).
La violencia suele ser una consecuencia del odio. Cuando un Estado está a punto de declarar una guerra, suele promover el odio hacia el enemigo entre los ciudadanos y los soldados


Las acciones o movimientos de defensa o protección se activan en dos áreas del cerebro: en el putamen (palabra derivada del latin, podar, que en seguida se me vuelven malpensados), que está situada en el centro del cerebro, y en la corteza insular, en la superficie lateral, donde se controlan la mayoría de las emociones. 
Y hasta aquí las similitudes, porque amor y odio se diferencian, curiosamente, en un elemento esencial: la capacidad de razonar. Efectivamente, el amor, como dicen los poetas, es pasión e irracional mientras que el odio requiere una cierta capacidad de raciocinio o de cálculo. De nuevo, la literatura y la ciencia, en este caso la neurobiología, van de la mano y coinciden en sus explicaciones y diagnóstico.

De hecho, al estudiar el funcionamiento de nuestro cerebro, los investigadores descubrieron que cuando amamos se desactivan (dejan de funcionar) las áreas que están relacionadas con el razonamiento. En cambio, estas permanecen en actividad cuando lo que expresamos es un sentimiento de odio o rechazo hacia una persona.
Por cierto, odio no tiene nada que ver con la ira, el enfado o el miedo. Estos tres últimos se activan en otras regiones de nuestra mente.

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